La anticoncepción es el uso o empleo de diferentes métodos para evitar la fecundación, y consecuentemente el embarazo, siempre y cuando al abandonar dichos métodos se permita la recuperación natural de la fertilidad, lo que se conoce como reversibilidad.
En cambio, si la anticoncepción tiene como intención que no sea temporal, entonces se habla de esterilización, aunque muchos profesionales prefieren incluirla dentro los procedimientos y métodos anticonceptivos globales.
Desde un punto de vista solamente médico, la anticoncepción representa la prestación sanitaria directa o indirecta a aquellas personas que deseen controlar la natalidad sin renunciar al sexo mediante una serie de métodos que requieren una información previa, un control y un seguimiento adecuado según su situación y respetando la libertad de elección.
Actualmente, las bases fundamentales de la anticoncepción residen en la terapia con hormonas sintéticas y, sobretodo, en mejorar la calidad de vida de los usuarios que los usen, mejorando su eficacia y disminuyendo los efectos adversos a largo plazo que algunas terapias puedan ocasionar. Hay que recordar que el principio básico de la medicina es no hacer daño o ser perjudicial y que el riesgo para la persona sea mínimo (relación riesgo/beneficio).
A pesar del avance tecnológico de los últimos años, el acceso a los anticonceptivos está todavía limitado no solamente en países pobres, sino también en países desarrollados debido a convicciones sociales o religiosas.